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martes, 15 de diciembre de 2015

a quien iré Dios sino a ti

Cada vez que dejas pasar oportunidades que Dios pone delante de ti, viene a tu vida sentido de frustración, porque cada vez que dejas pasar una oportunidad divina, dejas pasar la vida que Dios quiere para ti. Entonces, comienzan el lamento, la tristeza y la desesperación, pero no son nuestras lágrimas y lamentos lo que mueven el corazón de Dios, sino nuestra fe.
En 2 Reyes 20, se nos narra el momento en que Ezequías enfermó de muerte. El profeta Isaías trajo a su vida palabra de Jehová, diciendo que ordenara su casa porque moriría.
2Entonces él volvió su rostro a la pared, y oró a Jehová y dijo: 3Te ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan. Y lloró Ezequías con gran lloro. 4Y antes que Isaías saliese hasta la mitad del patio, vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo: 5Vuelve, y di a Ezequías, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová. 6Y añadiré a tus días quince años, y te libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria; y ampararé esta ciudad por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo.” 2 Reyes 20:2-6
Es mejor orar que lamentarse. Aun si la palabra final de Dios para Ezequías hubiera sido que iba a morir, era mejor que muriera orando que lamentándose. Ante todas las cosas que te puedan estar ocurriendo que te hagan pensar que no hay posibilidad de alcanzar lo que Dios te ha prometido, debes pararte firme y comenzar a orar, creyéndole a Dios por otra oportunidad. Tú no necesitas personas que se sienten a escuchar tus lamentos, necesitas hablar con Dios y pedirle más tiempo para alcanzar lo que tengas que alcanzar. Las personas que están a tu alrededor dirán que no sirve de nada que ores si estás como estás, pero mantente firme porque es mejor que estés orando a que mueras lamentándote.
Ezequías lloró, pero no lo hizo quejándose ni lamentándose.  Él lloró, después de haber clamado al Señor por su vida.  Dios no reacciona ante las lágrimas solamente.  El que ora y llora no se está lamentando, sino que es un espíritu que tiene fe para orar, a pesar de las circunstancias y el dolor.  Cuando Dios ve esa combinación de que, a pesar del dolor y el llanto, te atreves a creer y orar, él contesta tu oración.  Dios le extendió quince años más de vida a Ezequiel.  No sabemos cuánto tiempo de vida te quede a ti, pero debes aprovechar cada día para hacer lo que Dios tiene para tu vida.
Todos recibimos palabras que intentan cancelar nuestras oportunidades, pero lo que tienes que pedirle a Dios es que te dé una oportunidad más.  Tu testimonio no es contarle a la gente tus fracasos; testimonio es contar que, a pesar de los fracasos, has podido recuperarte y entrar en el nuevo tiempo de Dios.  Quizás las circunstancias de la vida te han puesto entre la espada y la pared, y hoy tienes dos opciones: te quejas, u oras.  Intercede por tu vida, y recibirás tu milagro.  Mientras las cosas se ponen difíciles, tu oración debe ser que Dios te dé más tiempo para acabar en victoria.  Tal vez ha venido un cobrador a decirte que tienes que entregar tu casa, quizás tu pareja te dio carta de divorcio, o tus hijos no quieren saber de ti, y has estado quejándote; levántate y ora al Señor que te dé otra oportunidad para arreglar el problema que está agobiando tu vida.
Hoy es el día en que debes decir: Señor, la próxima vez que reciba una mala noticia, no me voy a quejar; yo voy a orar.  Dios contestó la oración a Ezequías; él oyó su oración, y vio sus lágrimas; porque lágrimas, sin oración, son solo lamento.  Al cristiano, en medio del problema, su espíritu le da fuerzas para orar.  Aunque tu mente no lo entienda, y llores, entiende que no es lo mismo llorar diciendo: Señor, todos me han dejado, me han traicionado, me va muy mal…, que orar: Señor, sé que todos me han dejado, pero confío en que tú estás conmigo y nunca me dejarás. 
Dios escucha tus oraciones, y ve tus lágrimas.  Ora, y él hará.
Ante todo lo que pueda estar ocurriendo en tu vida, no debes estar lamentándote y llorando.  Ora a Dios y declara la palabra, creyendo que no vas a morir.  Ora, diciendo: Dame otra oportunidad, un poco más de tiempo, para hacer lo que dijiste que iba a hacer.
Si las circunstancias de la vida te han puesto contra la espada y la pared, no te paralices ni vivas quejándote y lamentándote.  Como Ezequías, sigue orando, creyendo y declarando que Dios te da la oportunidad una vez más.  Y, cuando llegue la oportunidad, levántate en fe y cumple el propósito de Dios en tu vida.  Vive creyendo y sé de testimonio al mundo de que nuestro Dios es un Dios de oportunidades. 

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