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viernes, 18 de diciembre de 2015

el ciclo de los pensamientos

Usted ha sido llamado a cumplir un propósito y un destino, pero una fortaleza puede detenerlo y hacer que aborte el propósito de Dios para su vida. Su mente no le permitirá abrirse al propósito de Dios, pero cuando comienza a verse tal como Dios lo llamó a ser, entrará en el destino que Dios tiene para usted.
El ciclo del pensamiento
La mentalidad de una familia es heredada por los hijos, y en ellos esa mentalidad se desarrolla casi por completo, aproximadamente a los siete años.
Cada pensamiento tiene un ciclo; eso significa
que tiene un principio y un fin.

Los ciclos pueden ser renovados o cancelados. Si usted no termina un ciclo negativo, éste hará lo que estaba destinado a hacer. Cuando un ciclo no es cancelado o terminado, hará que la gente experimente el mismo patrón de pensamiento repetidamente. Si el viejo ciclo de pensamientos no es cancelado, se repetirá y evitará que un nuevo ciclo comience.
¿Existe alguna situación o problema que continuamente está ocurriendo en su vida? ¿Hay un área donde persiste la misma situación? ¿Repite las mismas situaciones con diversas personas en lugares diferentes? La repetición de un ciclo representa la falta de cambio en usted.
¿Cómo vienen los pensamientos?
Un pensamiento es una palabra no hablada que se activa en el momento que hablamos.
Los pensamientos vienen por medio del poder de la sugestión. El enemigo comienza a sugerirle cosas a través de varios métodos, usualmente esperando por el momento de mayor debilidad en nuestra vida para hacerlo. No vendrá cuando usted esté orando, ayunando o en fuego por Dios. Cuando el enemigo envía una sugerencia, tenemos la opción de aceptarla o ignorarla.
El desarrollo de un pensamiento
El desarrollo de un pensamiento depende de nosotros. Por tanto, cuando viene la sugerencia, tenemos varias opciones de dónde escoger:
  1. Cultivar el pensamiento.
  2. Entretener el pensamiento.
  3. Meditar en el pensamiento.
  4. Cooperar con la Palabra.
Si sólo vamos a la iglesia una vez al mes y no tenemos una vida de oración, cuando el pensamiento (o la sugerencia) viene estaremos débiles. Necesitamos estar fuertes para poder pararnos firmes en la Palabra de Dios y no rendirnos a la sugerencia del enemigo.
Cree una atmósfera en la cual
constantemente piense en Dios.

El trabajo de Satanás es sembrar una semilla en nuestra mente; luego deja el resto en nuestras manos. Cuando Satanás le sugirió a Jesús convertir la piedra en pan, Jesús usó la Palabra para mantenerse firme.
Necesitamos poner la Palabra en nuestro espíritu. No hay tiempo ni lugar para entretener un pensamiento; cuando éste viene, debemos echarlo fuera inmediatamente. Debemos parar el pensamiento y evitar que entre en la atmósfera de nuestra vida.
“Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió”. Hebreos 10:23
Cuando la sugestión viene, debemos apropiarnos de nuestra confesión. Cuando un pensamiento entra en cualquier área de nuestra vida, nos apropiamos de nuestra confesión y lo resistimos. Los pensamientos vienen cuando alguien los habla. Por tanto, debemos responder declarando la Palabra (como lo hizo Jesús). Si desconocemos la Palabra, no tenemos nada con qué pelear.
La mente: la razón versus la verdad
Un argumento se lleva a cabo en la mente porque es ahí donde Satanás lo pone. No es suficiente decir que estamos en desacuerdo. ¡Debemos pelear! Los pensamientos necesitan un lugar donde desarrollarse. Cuando un pensamiento es plantado en nuestra mente, comienza a desarrollarse una mentalidad.
Una mentalidad es un patrón de pensamientos establecidos; es allí donde se forman los hábitos. La mentalidad atrae espíritus y personas con igual mentalidad, porque los unos se atraen a los otros.
Cuando la mentalidad es establecida, el próximo paso es una fortaleza.
La meta máxima del enemigo es regresarnos al lugar de donde salimos.
La mente: argumentos y razonamientos
Nuestra mente está llena de argumentos y razonamientos —un argumento comienza con una discusión—. La mayoría de los creyentes nunca argumenta con el enemigo. El enemigo trata de envenenar nuestra mente y nunca le peleamos o cuestionamos. Muchas personas que ya no están en la iglesia, han regresado al mundo debido a un pensamiento. Si nunca revocamos ni argumentamos un pensamiento, el pensamiento se desarrollará en algo más.
Todos los argumentos se basan en la razón, y la razón viene del árbol del bien y del mal. El razonamiento se basa en el conocimiento caído —el conocimiento que Adán buscaba cuando eligió desobedecer a Dios—.
Cuando lidiamos con argumentos, debemos
aferrarnos a nuestra confesión de fe.

La razón se basa en hechos. Los pensamientos parecen buenos porque se componen de hechos. La verdad es una realidad más alta. Los hechos pueden cambiar, pero la verdad nunca cambia.
La verdad permanece antes, en medio, y después de los hechos, y las circunstancias están arraigadas en la razón. Por tanto, cuando se efectúa una pelea, ésta es entre la razón y la verdad. Toda imposibilidad está dentro de la razón, la cual tiene la tendencia de limitar a Dios, pero Dios no tiene límites. Somos hijos del Dios viviente y está en nosotros cambiar los hechos.
Cuando somos libres de las fortalezas, nuestra mente queda vacía y necesita ser llenada con la Palabra.
Libertad en el arrepentimiento
Cuando entendemos que un pensamiento no viene de Dios debemos arrepentirnos.
Todo pensamiento del cual no nos arrepentimos, produce una mentalidad cerrada.
El diablo opera en secreto, por eso, cuando le decimos a otra persona lo que él está haciendo, pierde poder. Debemos decirle a alguien cuando estamos batallando con pensamientos que contradicen la Palabra de Dios, para que esa persona nos ayude a pelear y a derrotarlos.
La fortaleza más fuerte que
puede operar en una persona es el temor.

Ahora mismo, admita delante de Dios si usted le dio permiso al enemigo para establecer pensamientos en su mente, y pídale perdón a Dios. Si quiere evitar que los pensamientos y sugerencias de Satanás entren a su mente y vida, repita está oración en voz alta:
Amado Jesús, te reconozco como mi Señor y Salvador. Confieso que he abierto mi mente a pensamientos y sugerencias del enemigo, pero ahora mismo me arrepiento, y te pido que me perdones por cultivar y entretener pensamientos que no vienen de Ti. Límpiame con Tu sangre. Oro en Tu nombre, ¡amén!

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